


Como en muchas otras partes del mundo, en Madison también sufrimos las cadenas de supermercados, cafés, tiendas de ropa y todos esos negocios que saben o supieron tejer muy bien su red global. Sí, tenemos Starbucks, Williams & Sonoma, Whole Foods, Barnes & Noble; pero también tenemos Victor Allen's y Steep & Brew, Magic Mill o Borders. Además, hoy abre otra tienda que realmente merece la pena. El nombre ya lo dice: FromagInation
Venden quesos, pan, vinos, prosciutto, aceitunas, mermeladas, diarios para el "catador" de queso, quesos frescos, añejos, fuertes, suaves, al natural, en aceite... Es una mezcla curiosa y aunque no llega a ser una abacería, esa mezcolanza te cautiva, el cuidado con el que ha sido elegida y colocada, los detalles, los colores y motivos que hacen del lugar un espacio acogedor y armónico.
FromagInation está apostando por lo local. Y junto a su dueño, ésta persona que ha estado muy involucrada en el proceso de buscar, ayudar a construir, encontrar las razones que dicen que es verdad eso de poder vivir con menos para poder hacer algo que realmente te gusta y que crees que merece la pena
Mucha suerte.

Respetar y ser respetados, algo tan sencillo y vital que cuesta creer que no se entienda.
El autobús me recoge en la esquina temprano por la mañana. Casi siempre llega puntual y si lleva retraso, no es mucho. Empiezo a conocer la ruta y sus viajeros, dónde suben o bajan, quién con su taza de café despierta, quién lee, estudia, se pierde en su iPod o apenas lleva ropa de abrigo aunque el fresco ya se sienta. Yo también formo parte del engranaje de esa rutina. Y mientras espero y pienso en eso y en todo el simbolismo que las rutinas conllevan, me doy cuenta de que la casa de la esquina viste su propio símbolo y ya se adorna con los colores la estación y uno de los motivos con los que se la identifica
camino vestido de amarillo de otoño en el que los pasos sienten que ya lo han caminado desde hace mucho. Lo llevabas esperando tanto tiempo y parece tan hecho a la medida que apenas si puedo recordar cómo era antes
También de eso hablamos, de tu falda y tus zapatitos, del paseo de ayer, del trabajo del que nunca tus manos se cansan. Manos grandes y gastadas, serenas como la acogida, siempre abiertas
cuerpos y brazos esculpidos desde una fortaleza
y una entrega que te envuelven.
qué fantásticos cuando los miras
Aún faltan dos semanas para que los colores de los árboles estén en su momento álgido, pero ya empiezan a verse algunos rojos y ocres
Las carrateras de esta parte del país (en realidad, las de casi todo el país) son como bandas anchas y planas tendidas a lo largo de la planicie. La luz y la claridad son espectaculares
Leo, escuchamos música, charlamos a ratos. Llegamos a Chippewa Falls con tiempo. El centro parece estar como dormido, vacías las calles. A la hora del concierto, el bullicio cobra vida pero ahora, hasta la calma de las casitas para pájaros se escucha
y puedes sentir el mordisqueo de esa ardilla negra que apenas si alcanzo con mi cámara. Es la primera vez que veo una ardilla negra, tan esquiva como todas, tan veloz como un susto
ese juego indisoluble de luces y reflejos
naciendo, creciendo , recreando,
perfilando siluetas
Una escultura casi de acuarelas dispuestas a dejarse recoger con las manos,
un canto a lo límpido
y la intensa satisfacción de una plenitud
con sus razones
Aunque lo parezca, no estoy sola en la ruta. Hay gente paseando, con o sin niños, patinando, en bicicleta, corriendo. Son casi las dos de la tarde y a esta hora está un poco más vacía, pero por la tarde no puedes abandonar tu carril ni jugar a perseguir la línea discontinua
Ésta es mi última parada. Tengo que darme prisa porque si sigo parando no voy a llegar a mi clase
Hoy es mi día largo: maya por la mañana, ahora gamelán y luego ese seminario tan interesante sobre afro-mexicanos. Me queda un rato entre una clase y otra y me acerco hasta el lago. Sigo sintiendo esa calma y levedad. Tal vez sea este buen tiempo, un algo suspendido, el agua, la gente que está ahí y que como yo, parece deslizarse en el momento
Al terminar la clase, decido volver a casa por una ruta nueva, subiendo por la cuesta que va a dar al observatorio
y desde donde se ve el lago con los colores prematuros del atardecer
jugando en su horizonte y aleteando sobre árboles de otoño y lunas tempranas,
sobre las flores también
Cerca de casa encuentro estas espigas que tanto me gustan. La luz no es muy buena pero su textura y sus líneas me dicen que no importa porque hoy abrieron sus alas un poco más
Le digo adiós al camino y pedaleo sin prisa mientras la luz que ya se adormece va dejando una última caricia
pero que necesitamos verlas de cerca, recoger perfiles, tocar la raíz
para descubrir que los mundos no son únicos ni unánimes, que en ellos hay mil encuentros,
muchos perfiles y contrastes que descubrir
Tal vez esa sea una de las riquezas de nuestras vidas, el reto de valorar ese minucioso viaje de cada día y vivirlo con lucidez y entrega.