Atravesamos la ciudad para ir a escuchar más música y pasamos por donde siempre me gusta contemplar la imagen de los edificios alrededor del centro de convenciones, el Monona Terrace, hoy sostenido en el lago
Además del festival de músicas del mundo, hoy es el primer día de Willy Street Fair, un festival que le pertenece a la parte este de la ciudad. ¿Cómo describirlo? Un aire imposible de igualar, un festival de dos días que acoge uno de los aspectos que define a Madison, su espíritu más liberal, más cool y politically correct (cómo me llamó la atención a escuchar esta expresion por primera vez este verano en España, en los medios de comunicacion, entre amigos y conocidos). Sí, Willy street, una de las zonas más "progres" de la ciudad, carismática y entrañablemente cierta,
Dobet Gnahore, de Costa de marfil, actúa con su grupo. Desde el primer momento en que la escucho, me lleva. Te invita. Su presencia en el escenario es maravillosa,
lo recorre y domina con una facilidad que impresiona
Su ternura te llega,
la sientes, al igual que sientes su entrega
y cómo aúna a los músicos que tocan con ella, un guitarrista, un bajista que también canta y un percusionista. Todos muy buenos músicos. Dobe también toca percusiones,
lleva la presentación, une al grupo; y el grupo está muy presente, muy junto: te regalan la música. Esa es la gran diferencia con los grupos que vimos ayer. Hoy sin embargo, tenemos suerte. En el Union, el festival de músicas del mundo continúa y escuchamos al trío de Roberto Rodríguez y Maurice El Medioni. Roberto toca batería y percusiones, una chica al contrabajo y Maurice toca piano y canta en francés y en árabe. La música, una mezcla de trova cubana, latin jazz tranquilo con improvisaciones que tocaban desde ragtime a boleros conocidos, flamenco con sabores de caribe y músicas clásicas. Tal limpieza y gusto, una interpretación exquisita, un sonido que no te cansas de escuchar, ese tipo de música de cámara vivo que tan difícil es encontrar.
Un poco más tarde, en la terraza, los Dhoad Gypsies, de Rajasthan, llenan el aire con las percusiones de sus tablas, castañuelas y cantos que tanto nos dicen cuáles son los orígenes del flamenco
Hoy es el último día del festival. En el teatro escuchamos un rato a Gerard Edery Ensemble y sus canciones sefarditas, calma, esas melodías que tan familiares se sieten. Cierra la noche Louis Mhlanga y su grupo, de Zimbawe. Hace frío pero hay mucha gente. Las farolas alumbran tímidas pero la música llega con fuerza. La música tiene fuerza y se revitaliza en su diversidad y su espíritu sin fronteras.
4 comentarios:
Leyendo estas entradas sobre el Festival me han entrado ganas de volver a viajar por el mundo... Ay, ¿será que Vigo se me queda pequeño...?
Cualquier ciudad se nos queda pequeña cuando nos gusta viajar. ¿No te parece?
He podido ver, a raíz de tu apunte, un video con unos fragmentos de un concierto de Dobet Gnahore en Francia este mismo verano. Para mí lo bueno que tiene la música es sque cuando crees que ya has encontrado todo lo que te gusta... paff!! surge algo nuevo que te llega, como Dobet: es muy atrayente escuchar esas "e" y esas "o" africanas tan abiertas, que retumban en el aire, y que con la música que las acompaña te dicen "¡Eh!, mira, ¿buscas alegría? Esto es". Con la magia de la música en vivo debió ser vibrante.Por cierto, y también es una opinión, un gusto personal, tampoco me gusta la desvirtualización a la que se llega en muchos casos con la occidentalización de la música, como tampoco coincido en que cierto flamenqueo, fusion, renovación u otros estilos hayan venido a salvar al flamenco; Caracol y Mairena siguen cantando casi también como lo hace Gardel, y siguen saliendo valores estupendos.
Sí, vibrante de veras.
También estoy de acuerdo contigo. Creo que las fusiones crean estilos de música muy válidos pero que no sustituyen a otros, que lo tradicional sigue siendo tan cierto como todo lo demás.
Un abrazo
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