Ayer comenzó el IV Festival de Músicas del Mundo en Madison. Ayer no pude escuchar ningún concierto pero hoy sí. Hace demasiado frío para tocar afuera en la terraza del Union y los conciertos se están haciendo en el teatro. Todo va con un poco de retraso así que nos da tiempo a dar un paseo por Mongolia, por la República Dominicana y por Irán. No todo son músicas tradicionales. En festivales así cabe de todo, desde lo más tradicional a lo más contemporáneo.
Nos hemos acostumbrado muy rápidamente a escuchar músicas de todas partes del mundo pero recuerdo muy bien que hace diez años no llegaban hasta aquí con tanta facilidad. No es que no se escucharan músicas de diferentes partes del planeta sino que sólo llegaban los “principales exponentes” de esas músicas, los grupos con renombre. Ahora, otros grupos menos conocidos llegan a los circuitos de festivales, algunos muy buenos, otros no tanto, aunque como siempre ocurre, eso depende mucho de gustos y apreciaciones. Cualquier representación artística es un blanco perfecto para las críticas.
Hoy escuchamos a Chirgilchin, un cuarteto vietnamita que canta con la garganta. Utilizan las cuerdas vocales como si fueran instrumentos y hacen resonar las notas a través de la garganta y la nariz. La sonoridad impresiona, es como estar en una cueva y escuchar ese famoso ommm desde lo más interior. (Aquí hay un algunos vídeos del grupo en YouTube.)
Escuchamos también a Puerto Plata, un grupo dominicano que tiene al frente al cantante de 84 años que le da nombre al grupo. El sabor dominicano es indiscutible con la tambora y el güiro, la guitarra de cuerdas metálicas (con un sonido demasiado brillante para mi gusto) y su peculiar forma de introducir melodía, rellenar el canto y hacer solos; y Puerto Plata. Tocan merengues, bachata, boleros... Si bailas, todo va, todo llega. El problema llega cuando sólo estás escuchando: el primer merengue, bien; el segundo, pasa; el tercero ya te cansa. Y Puerto Plata ya no está en los mejores momentos, su voz no alcanza, la afinación se pierde, el sabor de los 84 está más en el lo comercial que en lo musical.
Terminamos la noche en Irán, o en USA-Irán debería decir porque Haale, hija de iraníes, nació y creció en Estados Unidos. Tenía ganas de escucharla después de haber leído y escuchado algo de ella en su página web, pero creo que estaba esperando otro sonido: sí lo contemporáneo pero con una mayor utilización de toda la riqueza de la música persa tradicional, jugar más con los modos, menos con la repetición y el sonido demasiado "occidental", el uso de la poesía persa más incorporada en lo musical.
Como siempre, mi crítica es sólo una opinión. Igual, agradezco mucho poder ver y escuchar a todos estos grupos y tener un festival así en Madison.
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