El cuco, que lo es, por la noche canta
miércoles, julio 30, 2008
martes, julio 29, 2008
Y con el atardecer
A veces me pregunto cómo sería mi vida el resto del año si no tuviera estos días de respiro y retomar fuerzas, acumular el calor que de forma tan insolente los inviernos fríos roban.
¿Cómo será para los demás? ¿De qué manera reconectan los hilos de sus bordados y tejidos?
Debe haber mil formas, como mil vidas, millones de maneras de vivirlas y alimentar los ritmos de sus sentidos.
Me gustan estos días en los que me muevo fuera y dentro de mí. Os escucho, os digo en silencio y voy hablando con cada uno mientras salgo a buscar el atardecer. Pienso en todos esos mundos que Ecos del sonar me ha dejado conocer. La presencia de todos construye una casa grande con puertas y ventanas que miran a los cuatro puntos cardinales, a muchos mares, varias lunas y luceros. Todos estáis presentes, con una calidez que las voces de cada uno ha ido construyendo, las que se escuchan, las que sólo susurran.
Es especial. También por todo eso me siento afortunada.
Así lo siento, especial como el atardecer desde el monte.
Hoy el capricho quiso enamorase de la tarde, recoger sus tintes y colores.
Aunque no se puede fotografiar el sonido, dejadme que os diga del silencio lleno o los murmullos lejanísimos,
requiebros de brisa. Vuelo de pájaros aquí y allá, espacio, mucha calma
El sol aún está alto pero ya anda jugando con sus reflejos,
vistiendo al tomillo con traje de gala
y a las montañas entre sus relieves
Le miro de frente,
aunque voy buscando cobijo
para recoger todo lo que ofrece
Pienso en cada uno, con la mirada perdida en el horizonte y la comprensión de la belleza del momento, lo maravilloso de lo intangible
¿Volveré a mirar algún día estas fotos? No sé, no importa. Son de hoy, de ahora, de este atardecer que todo lo contiene
y que nada quiere, sólo estar, ser lo que cada uno quiera en él mirar
Debe haber mil formas, como mil vidas, millones de maneras de vivirlas y alimentar los ritmos de sus sentidos.
Me gustan estos días en los que me muevo fuera y dentro de mí. Os escucho, os digo en silencio y voy hablando con cada uno mientras salgo a buscar el atardecer. Pienso en todos esos mundos que Ecos del sonar me ha dejado conocer. La presencia de todos construye una casa grande con puertas y ventanas que miran a los cuatro puntos cardinales, a muchos mares, varias lunas y luceros. Todos estáis presentes, con una calidez que las voces de cada uno ha ido construyendo, las que se escuchan, las que sólo susurran.
Es especial. También por todo eso me siento afortunada.
Así lo siento, especial como el atardecer desde el monte.
Hoy el capricho quiso enamorase de la tarde, recoger sus tintes y colores.
Aunque no se puede fotografiar el sonido, dejadme que os diga del silencio lleno o los murmullos lejanísimos,
requiebros de brisa. Vuelo de pájaros aquí y allá, espacio, mucha calma
El sol aún está alto pero ya anda jugando con sus reflejos,
vistiendo al tomillo con traje de gala
y a las montañas entre sus relieves
Le miro de frente,
aunque voy buscando cobijo
para recoger todo lo que ofrece
Pienso en cada uno, con la mirada perdida en el horizonte y la comprensión de la belleza del momento, lo maravilloso de lo intangible
¿Volveré a mirar algún día estas fotos? No sé, no importa. Son de hoy, de ahora, de este atardecer que todo lo contiene
y que nada quiere, sólo estar, ser lo que cada uno quiera en él mirar
lunes, julio 28, 2008
En amanecer
domingo, julio 27, 2008
Probablemente
Apenas si quedan lugares así en el pueblo
Todo se ha ido construyendo nuevo. Es difícil encontrar escaleras como ésta,
curtida por el tiempo y la vegetación del lugar.
Fueron casas y establos construídos más desde la necesidad
que de la estética, y probablemente ya dieron su juego.
Al verlas tan abandonadas ahora
no creo que ese juego vuelva a cobrar vida
Cuesta recobrar, restaurar, mantener. A veces se entiende el abandono y el descuido, el querer volver a empezar de nuevo. Otras veces no. Hay muchas cosas que podrían añejarse y envejecer con otra solera con sólo mimarlas un poquito
Tiempo, paciencia, trabajo, más de algo, menos de lo demás.
No sé lo que durará este huerto ahí o esas viviendas blanqueadas año tras año
pero confío en que sea para largo.
Digamos que sí, que probablemente.
Todo se ha ido construyendo nuevo. Es difícil encontrar escaleras como ésta,
curtida por el tiempo y la vegetación del lugar.
Fueron casas y establos construídos más desde la necesidad
que de la estética, y probablemente ya dieron su juego.
Al verlas tan abandonadas ahora
no creo que ese juego vuelva a cobrar vida
Cuesta recobrar, restaurar, mantener. A veces se entiende el abandono y el descuido, el querer volver a empezar de nuevo. Otras veces no. Hay muchas cosas que podrían añejarse y envejecer con otra solera con sólo mimarlas un poquito
Tiempo, paciencia, trabajo, más de algo, menos de lo demás.
No sé lo que durará este huerto ahí o esas viviendas blanqueadas año tras año
pero confío en que sea para largo.
Digamos que sí, que probablemente.
sábado, julio 26, 2008
De entonces y ahora
Subíamos muchas veces al Cerrito San Pedro. Entonces nos parecía que estaba muy lejos, como todas las distancias que se le hacen a uno tan largas cuando se es pequeño.
En la época de siega y trilla, ésta era una de las eras, donde el trillo de madera y astillas de piedra cortante y dura hacía su trabajo, donde veníamos a ver cómo se hacía. Olía a paja seca.
Cuando no, subíamos a jugar y a buscar saltamontes. ¿Te acuerdas del calor, el sonido de las chicharras, el sol inclemente y poderoso? También subíamos a jugar en el depósito del agua que tan alto e impracticable igualmente nos parecía. (Será que cuando se es niño, toda dimensión de tiempo y espacio se convierte en abismo. Aunque cuando somos menos niños, ese abismo en la percepción permanece. Es sólo que aprendemos a manejarlo de otra manera y a entenderlo desde una subjetividad que acomodamos a nuestra limitada percepción.)
A medida que nos hacíamos mayores, las cosas fueron cambiando. Construyeron otro depósito de agua y además pusieron una torreta de recepción telefónica. Hace dos años añadieron otra. Las distancias se acortaron y las alturas fueron menores. La trilla dejó de hacerse. Ahí se quedó el Cerrito, un poco pelado y solo. Ahí mirábamos esas luces rojas a lo lejos, la torre artificial que para nada era amiga de estrellas y noches a ellas entregadas, con grillos, aire templado y el juego del abismo en la transparencia.
Eso sí, poco ha cambiado en la carretera que hasta allí lleva
El camino de subida sigue estando maltrecho y desgastado, y nada más subir, el pueblo asoma recogido entre sus árboles
Desde ahí se sigue viendo la subida al Balcón de Extremadura, donde tanto nos gusta ver atardeceres o sentarnos a estirar hilillos invisibles que alcancen las estrellas en sus madrugadas
Ahora es el rato del paseo y ya se puede caminar por la carretera de los olivos
Al otro lado, la Sierra de Francia
Aún pican las hierbas secas en el Cerrito, aún el tomillo se vierte generoso,
aún las escobillas se abanican en su levedad
y los viejos pinos siguen ahí, habitados pero vivos,
como la luz del sol cuando entro en el jardín
jugando entre la luz que le da vida
Ya no se trilla en el Cerrito, no huele a paja seca y los saltamontes se han ido. Ahora hay unas antenas muy altas con luces rojas. No se puede tener todo.
En la época de siega y trilla, ésta era una de las eras, donde el trillo de madera y astillas de piedra cortante y dura hacía su trabajo, donde veníamos a ver cómo se hacía. Olía a paja seca.
Cuando no, subíamos a jugar y a buscar saltamontes. ¿Te acuerdas del calor, el sonido de las chicharras, el sol inclemente y poderoso? También subíamos a jugar en el depósito del agua que tan alto e impracticable igualmente nos parecía. (Será que cuando se es niño, toda dimensión de tiempo y espacio se convierte en abismo. Aunque cuando somos menos niños, ese abismo en la percepción permanece. Es sólo que aprendemos a manejarlo de otra manera y a entenderlo desde una subjetividad que acomodamos a nuestra limitada percepción.)
A medida que nos hacíamos mayores, las cosas fueron cambiando. Construyeron otro depósito de agua y además pusieron una torreta de recepción telefónica. Hace dos años añadieron otra. Las distancias se acortaron y las alturas fueron menores. La trilla dejó de hacerse. Ahí se quedó el Cerrito, un poco pelado y solo. Ahí mirábamos esas luces rojas a lo lejos, la torre artificial que para nada era amiga de estrellas y noches a ellas entregadas, con grillos, aire templado y el juego del abismo en la transparencia.
Eso sí, poco ha cambiado en la carretera que hasta allí lleva
El camino de subida sigue estando maltrecho y desgastado, y nada más subir, el pueblo asoma recogido entre sus árboles
Desde ahí se sigue viendo la subida al Balcón de Extremadura, donde tanto nos gusta ver atardeceres o sentarnos a estirar hilillos invisibles que alcancen las estrellas en sus madrugadas
Ahora es el rato del paseo y ya se puede caminar por la carretera de los olivos
Al otro lado, la Sierra de Francia
Aún pican las hierbas secas en el Cerrito, aún el tomillo se vierte generoso,
aún las escobillas se abanican en su levedad
y los viejos pinos siguen ahí, habitados pero vivos,
como la luz del sol cuando entro en el jardín
jugando entre la luz que le da vida
Ya no se trilla en el Cerrito, no huele a paja seca y los saltamontes se han ido. Ahora hay unas antenas muy altas con luces rojas. No se puede tener todo.
viernes, julio 25, 2008
¿Al revés?
Una noche, hace acaso un mes, vi la luna al revés.
Eso pasaba en el hemisferio sur. Estaba acostada, mecida en su propia barca.
Esta mañana luce así, al revés de entonces
Aún lo recuerdo. Era de noche allí. De día aquí.
Quizás tras esta puerta se pueda saber por qué
o si ahí se guarda el secreto de siete lunas.
Eso pasaba en el hemisferio sur. Estaba acostada, mecida en su propia barca.
Esta mañana luce así, al revés de entonces
Aún lo recuerdo. Era de noche allí. De día aquí.
Quizás tras esta puerta se pueda saber por qué
o si ahí se guarda el secreto de siete lunas.
miércoles, julio 23, 2008
Entre amigos y puertas
Nada como recibir la visita de amigos y pasar el día juntos. La conversación, el paseo, la comida… Es como si las horas se perdieran en todo eso que nos tenemos que contar o símplemente, vivir. El compartir y el gusto de hacerlo es siempre ese regalo maravilloso y sencillo
Con el calor que hace, no atrevemos a bajar por el pueblo para llegar hasta la iglesia y la ermita un poco más allá. En realidad, creo que íbamos buscando rincones como éste
Son pocos quienes a estas horas se sientan a la puerta pero ahí está la señora Clara que tan bien se conserva para la edad que tiene
Caminamos despacio. Las conversaciones van y vienen. Nos sentimos con tiempo y eso nos deja ser vagabundos de la conversación y sus caprichos. Y entre todo eso, van asomando callejuelas y puertas. No sé por qué la mirada me la roban las viejas,
algunas en uso y otras no. Sí, son puertas desvencijadas y tal vez sin porte. Sin embargo, las mires por donde las mires,
siguen teniendo esa fortaleza de años
y todos los secretos gurdados como tesoros de chiquillos o de guerras, de amor o desamor, quién sabe
Algunas en uso y otras no. Las mires por donde las mires.
Cuando llegamos hasta la ermita
ya el sol nos gana la batalla y regresamos buscando alguna sombra
y el frescor de la casa.
Nada como tener amigos que vienen a verte, pasar el día juntos y poder compartir de muchas maneras. Sencillamente.
Con el calor que hace, no atrevemos a bajar por el pueblo para llegar hasta la iglesia y la ermita un poco más allá. En realidad, creo que íbamos buscando rincones como éste
Son pocos quienes a estas horas se sientan a la puerta pero ahí está la señora Clara que tan bien se conserva para la edad que tiene
Caminamos despacio. Las conversaciones van y vienen. Nos sentimos con tiempo y eso nos deja ser vagabundos de la conversación y sus caprichos. Y entre todo eso, van asomando callejuelas y puertas. No sé por qué la mirada me la roban las viejas,
algunas en uso y otras no. Sí, son puertas desvencijadas y tal vez sin porte. Sin embargo, las mires por donde las mires,
siguen teniendo esa fortaleza de años
y todos los secretos gurdados como tesoros de chiquillos o de guerras, de amor o desamor, quién sabe
Algunas en uso y otras no. Las mires por donde las mires.
Cuando llegamos hasta la ermita
ya el sol nos gana la batalla y regresamos buscando alguna sombra
y el frescor de la casa.
Nada como tener amigos que vienen a verte, pasar el día juntos y poder compartir de muchas maneras. Sencillamente.
martes, julio 22, 2008
Fuente y camino
Es noche de grillos y serano, de horas largas abriéndose a la madrugada. El atardecer ya la anunció con su luz tibia
y la línea de las montañas de la sierra de Francia dejándose mirar a lo lejos
La anunció también la luz sobre el valle
Dicen que allá por el siglo XVI había una ermita en esta parte del pueblo que da a Extremadura, la ermita de los Mártires y que por eso esta fuente también se llama así, de los Mártires
Tal vez por eso, o tal vez porque los presos que iban a galeras pasaban por aquí y hacían un descanso junto a la fuente
en su ruta hacia el castillo de Granadilla. De ahí seguían camino al sur
Es bonita esa carretera. De subida, una buena primera es fundamental.
Aunque no sean los verdes de Galicia, de Cantabria o de esos otros nortes repletos de vegetación, me parece una suerte poder caminar y tener montañas de fondo, campos, relieves,
o tener cosas de cerca en las que también entretener la mirada
No esperaba encontrar ésto aquí, algo que probablemente en otro momento gozó de mejor vida antes de que la remendaran y de que luego fuera arrojada definitivamente al olvido, su dintel dueño ya de de otros goznes y bisagras
A la noche también la anunciaba el silencio y la paz de este roble milenario
Desde siempre ha estado ahí, coronando la entrada al Vallejo de la Mata
Sospecha ya la noche de verano, el aire inmóvil, grillos y cuclillos junto a su trono
y la línea de las montañas de la sierra de Francia dejándose mirar a lo lejos
La anunció también la luz sobre el valle
Dicen que allá por el siglo XVI había una ermita en esta parte del pueblo que da a Extremadura, la ermita de los Mártires y que por eso esta fuente también se llama así, de los Mártires
Tal vez por eso, o tal vez porque los presos que iban a galeras pasaban por aquí y hacían un descanso junto a la fuente
en su ruta hacia el castillo de Granadilla. De ahí seguían camino al sur
Es bonita esa carretera. De subida, una buena primera es fundamental.
Aunque no sean los verdes de Galicia, de Cantabria o de esos otros nortes repletos de vegetación, me parece una suerte poder caminar y tener montañas de fondo, campos, relieves,
o tener cosas de cerca en las que también entretener la mirada
No esperaba encontrar ésto aquí, algo que probablemente en otro momento gozó de mejor vida antes de que la remendaran y de que luego fuera arrojada definitivamente al olvido, su dintel dueño ya de de otros goznes y bisagras
A la noche también la anunciaba el silencio y la paz de este roble milenario
Desde siempre ha estado ahí, coronando la entrada al Vallejo de la Mata
Sospecha ya la noche de verano, el aire inmóvil, grillos y cuclillos junto a su trono
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