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viernes, julio 20, 2007

Esa vida en cada viaje

En cada viaje busco manos de mayores que me dejen ver las huellas de su tiempo, busco expresiones de niños, frescas y naturales, busco las caras de quienes en la madurez de sus vidas sostienen el pulso de los lugares. Camino calles, pregunto, sonrío, quiero comer lo que ellos comen. Soy turista y no lo escondo, me lo notan aunque no lo quiera, te lo notan quieras o no. Se debe llevar en la cara la mirada de querer aprehenderlo todo en ese paseo, ese roce, ese abanico de querencias que vivo con la intensidad que los días, las horas y sus rincones me dejan. Trato de entender, de fundirme con el lugar.
En cada despedida, una nostalgia y un titilar interior que me dice que es necesario cada regreso después de cada partida y que cada viaje es esencial para todo lo que vivo, como cada día es esencial para mi vida.
Me siento privilegiada por esta posibilidad de poder escapar, vivir entre un aquí y un allá, recoger las esquinas del mundo y comprender que entiendo la vida como única y fundamental, maravillosa. Desde las tristezas más profundas, siempre una ola que vuelve a levantarse y reinicia su vuelo.

En cada viaje busco un ciclo vital que le pertenece. Sus huellas permanecen

y su sol se desnuda en una más de sus despedida para recordarme que el ciclo se repite y que respirar es revivir y renacer con cada poro de lavanda y tomillo que lame las alas de nuestros destinos


sábado, julio 07, 2007

Un poco más al sur

Un poco más al sur de la capital, el paisaje de la provincia cambia. Las sierras le conceden un verde y unas montañas que contrastan con el ocre de los campos de la planicie, algunos segados ya, otros poblados de encinas.
En ese sur, hacia Cáceres, la montaña extiende sus brazos y entre dos sierras, la de Béjar y la de Francia, hay una zona un poco perdida entre otras de más renombre: está fuera de las rutas turísticas y sus pueblos no caben en las definiciones de aquellos de una u otra sierra; son pueblos que no lucen el esplendor y carisma que otros serranos pueden tener, no venden productos típicos ni artesanías que los identifique y no hay rutas de senderismo en sus alrededores ni atracciones para exploradores intrépidos o turistas extraviados. Son pueblos sencillos que viven de una agricultura para el consumo familiar y del ganado y sus derivados. Así es Lagunilla. En su invierno lo habitan unas 500 personas; en su verano pueden llegar a ser 2.500.

Hoy me acerco a este rincón del mundo del que no me canso. En él, una casa y su jardín, muchas historias vividas en el pasado y muchas en este presente, las que seguimos construyendo e inventando cuando las noches se dejan acariciar y su piel de madrugada te devuelve el beso sin titubeos, lunas maravillosas en el cielo más claro, estrellas tan luminosas que hasta parecen transparentes, golondrinas incansables de sol a sol y soles de atardecer que caprichosos juegan y ocupan todo su universo

Con toda su sencillez y su anonimato, este pueblecito, a caballo entre Cáceres y Salamanca, tiene mil rutas de noche y de día, y un abrazo permanente para quien lo quiere recibir

martes, julio 03, 2007

De Fonseca al Campo de San Francisco, entre paréntesis

Sigo en mis trece, queriendo mirar a esta ciudad como si mis pasos no la hubieran pisado nunca. Y sigo sin poder hacerlo, ya lo decía el otro día. Igual, ando con la cámara de fotos a cuestas por diferentes razones. Y con ella de la mano y haciendo fotos de paso, la gente me mira y me saluda de diferentes formas. Me he acostumbrado a que si alguien me mira fíjamente, devuelvo la mirada y saludo. Con eso, el desconocido te regala un saludo y sonríe.

Al mediodía -el de las 2:15 de la tarde- camino desde la explanada del Palacio de Fonseca (antes seminario para clérigos irlandeses y hoy convertido en colegio mayor) hasta el Campo de San Francisco, un pequeño parque que desemboca en las Úrsulas. A esas horas, con el sol fuerte, me sorprende que el dorado de la piedra se vea tan nítido y penetrante,

pero no tardo en recordar que suele ser por las tardes cuando un dorado más apagado sostiene la madurez e intimidad que lo llena de otro tipo de intensidad.

La gente que va caminando deprisa pasa y me ignora, lo normal; como yo, van a lo suyo, algo de exámenes escucho, algo de "deberías haber hecho" o "para la siguiente vez". Quienes parecen llevar menos prisa y más tiempo en sus andares (tal vez sea solamente que caminan más despacio) me miran con extrañeza (no sé si son mis gafas o mis sandalias rojas, tal vez la cámara de fotos que, por otra parte, no es tan llamativa). Tal vez sea solamente que me paro a hacer fotos. No es zona de mucho turista, ni hora, ni fecha aún, pero con los turistas nunca se sabe.
Alguien "de color" (eso me hace mucha gracia porque en Madison, cuando estaba en la universidad, alguna correspondencia me llegaba con el título de student of color -¿será porque soy hispana como denominan a todos los nacidos en España o en cualquier país de Latinoamérica?-)... Sí, alguien de color a quien miro y saludo, me dice "hola" y seguidamente añade "bien, bien" respondiendo como si yo le hubiera dicho un "qué tal" (me gusta ese decir fácil que tienen los caribeños, ese desenfado que tan bien nos viene a los del interior para aprender a aminorar distancias). Él también lleva cámara de fotos y camina contemplativo y pausado. ¿Será turista? ¿Es por eso por lo que saluda?
Por aquí sube

Y es desde ahí desde donde me saluda antes o después de encontrarme con las cúpulas de La Clerecía a lo lejos

Poco antes, al otro lado de San Blas,

acababa de ver la torre de la Catedral Vieja

y acababa de pasar por la calle empedrada desde donde se puede ver la catedral acompañada de tejados de edificios remozados en lo que antes era el barrio chino


Me pregunto si todavía quedará viviendo en la zona alguno de los gitanos que antes ahí vivía, si les dieron una nueva casa a cambio de la antigua o si les ofrecieron un traslado "voluntario" a otro lugar. ¿Cómo habrá sido ese cambio para ellos? (Salamanca, capital europea 2002; Barcelona, hay que "sanear" la imagen de Las Ramblas porque llegan las olimpiadas. La misma historia de siempre con los grupos marginales. Sólo caben los que encajan, los que aprender a caber).

En realidad, esta entrada no quería hablar ni de calles ni de piedras doradas sino de simetrías porque en eso pensé al ver estos balcones

y hacer la conexión con las simetrías que ayer mencionaba en el atardecer urbano

Las dos son del Palacio de Fonseca. Y desde allí hasta el Campo de San Francisco... todo eso.

sábado, mayo 12, 2007

Micromundos

¿Acaso no vivimos en esos micromundos que cada uno crea? Vemos lo que queremos ver, dejamos de lado lo que no nos interesa; nuestros intereses nos acercan a unas cosas u otras, a unas personas u otras, condicionan lo que hacemos, marcan los mundos que vivimos; nuestros profesiones abren unas ventanas a diferentes puntos del universo, cierran otras. Pero somos nosotros quienes eligimos a dónde mirar y qué ver.
Hoy paso por una calle en la que los árboles entrelazan sus ramas y crean un arco de verde, y pienso en ese poder que los árboles grandes tienen, sus troncos, su capacidad de regeneración. A una persona mayor en México y Perú la llaman persona grande. ¿Crecemos como los árboles y recogemos fuerza y sabiduría en el camino?
Inevitablemente enlazo eso con estas fotos de árbol maduro y tronco que esculpe,

su fuerza, su juego de plasticidad, su señal junto al compañero indicando un norte o un sur que bien puede ser imaginado. Sólo lo que queremos ver

lunes, mayo 07, 2007

Tres y su reflejo

En ese instante me quedo mirando el verde, la piedra, la madera, esos tres elementos en ese pequeño espacio. En pocos días, el verde se acicalará más que nunca y piedra y madera consentirán su viaje, el enredo, su trama

Es al final del día. El sol anda buscando rendijas para jugar su últimos reflejos y cerrar sus horas de gala

En ese instante me quedo pensando en ese convivir de los elementos, esa necesidad de tenerse, de quererse mantener, de intercambiar, acariciarse o rechazar. Y como nosotros, vulnerables, desplegados a los días, a una rutina que no se deja dominar, a los días cambiantes, al son que nunca suena igual.

sábado, mayo 05, 2007

¿Año de cambios?

¿Será este un año de cambios y transiciones? No lo sé. Pero sí siento que es un año de contrastes, de una llegada y una despedida, una noticia maravillosa y otra que trae una queja.
Hoy me dice uno de mis mejores amigos que ha aceptado el trabajo que le han ofrecido en Montreal: "sólo son dos años", dice... "si te parece poco", contesto enfurruñada. Como si la vida se pudiera detener y luego volverse a poner en marcha. Lo pienso, me tranquilizo y poco a poco me voy conformando -mentalmente al menos porque cuando llegue el momento, la realidad será, inevitablemente, distinta-. Así son las cosas me digo, el cambio es constante, los azares se desgranan y tú, aunque sientas que no cambias, nunca eres el mismo. Tal vez nos salve la capacidad de adaptarnos y el poder construir una cometa grácil y de fácil volar de un pequeño hilo de la nada.

sábado, abril 21, 2007

En la sencillez

Muchas razones para disfrutar de la vida, unos cuantos años ya aprendiendo a equilibrar mejor las pasiones, aprender a llevar las tristezas, recorrer con calma los rincones del gozo.
Hoy es esa simpleza de lo obvio, el deleite en la sencillez de sentarse a media tarde junto a muchas otras personas que disfrutan de la tibieza del aire, la luz, que te sonríen, que viven con tanta despreocupación como tú esta primera oportunidad de estar afuera, en esa terraza junto al lago,

que contemplan el fluir, la sencillez del rastro

Vivo en Madison por diversas razones. Por ahora es así y es aquí. No es el lugar donde nací pero es la ciudad donde he pasado muchos años, la que riega recuerdos para que mi corazón también los viva, la que recoge una parte de mí y añade un rasgo a otra (¿cuántas personalidades en una misma persona? ¿cuántas caras? ¿cuántos devenires en un sólo destino?).

En la terraza del Union, junto a ese lago, esta imagen de siempre, hoy con esa luz de contraste que siempre busco, con un saludo al atardecer abierto sobre el horizonte del tiempo

miércoles, febrero 21, 2007

¿Qué nos mantiene unidos?

Llegan constantemente noticias de amigos o amigas que se separan de sus compañeras o compañeros, relaciones de diez, quince, veinte, veinticinco años, con hijos, sin hijos.

¿Qué nos mantiene unidos?
El estar enamorado y la pasión inicial se terminan; el cariño sustituye, reemplaza. Con el tiempo, las pasiones reaparecen, de otra manera, con otro color. O no aparecen y es la intransigencia quien ocupa, construye el dolor.
Cambiamos mientras vivimos, crecemos.
Mantenerse despierto, alerta; alimentar los días para que su alma no muera, para no deslizarse en la monotonía, el olvido, la aceptación fácil, la huella que solo camina una huella; crear para que la rutina no inunde. Igual, el otro también ha de cambiar, crecer, contigo, a tu lado. Sin que eso signifique que tenga que cambiar si ese no es su devenir, o que lo haga con las mismas coordenadas; pero sí atento al otro, entendiendo los cambios, la flexibilidad que no debilita sino fortalece. Un detalle, la mirada, esa conversación, el momento tal vez, lo más simple. Querer estar ahí para el otro, ambicionando su presencia.
Pero ¿qué se yo? Cada caso es uno y cada recorrido de vida, una incógnita. Mucha tristeza cuando se llega a un punto muerto del camino. Ternura al comprendernos en el recorrido, su trayecto emocionante.

lunes, febrero 19, 2007

Fases de principio y final

Iniciamos la tercera semana del mes, sin respiro, sin un descanso. La subjetividad del tiempo me deja sentir este inicio como final de etapa. Aunque etapa casi sin delimitaciones, demarcada apenas por su finísima línea de energías.
Pero también lo siento como comienzo de otra etapa. ¿Es una transición más vestida de ambiguedades? ¿Nos pasa?
Más que ambigüedad, encrucijada, la pausa antes de distinguir la dirección a tomar para reiniciar la otra fase del camino.
Por ahora, la última foto del volcán de hielo que ya, por fin, comienza a derretirse

jueves, febrero 01, 2007

Tundras de invierno

No recibo muchas noticias del exterior estos días. (Como si la hibernación poblara los días, las idas y venidas, los sueños.) Estoy alerta cuando eso pasa porque viviendo aquí, en esta tierra que se siente tan al norte y tan lejos, es como estar al borde de ese paso que te lleva a perderte en una tundra extendida, helada y desierta

miércoles, enero 24, 2007

Reflejos

Hace frío. Esta noche salgo un momento, rápido. La veo. Ahí está, brillante y hermosa. Me sorprende. No puede ser que ya haya pasado casi un mes, su ciclo inviolable de 28 días. Ahí, silenciosa, vestida de plata. Resplandece. Una punzada de nostalgia me roba la templanza. La última vez que la vimos estábamos allí, en uno de esos paseos de andar rápido, conversación imparable. Inocencia y sabiduría todo en uno, en ese ricón, inviolable también. Nuestro. Imán.

Hace frío. Demasiada oscuridad. Y ella. Entro. Busco un color que resplandezca, que me alce. Voy al jardín botánico, al paseo junto al sol. Encuentro ese color que reanima, que casi junto a tí respira de tan vibrante

Aún no quiero perder la otra, la que vimos, juntas. Todavía quiero mimar su memoria, recoger su reflejo, su vida, la que nos regalaba a cada paso del camino. Hoy no quiere su retrato, ser desvelada, dice. Prefiere caminar sola, nada perturbando su estela, huella silenciosa. La dejo. Busco otros reflejos

y los recogo. Para ella.

lunes, enero 22, 2007

La semana, un mercadillo

Esta semana parece un mercadillo ambulante, un poco desordenado, buscando espacio cuando un nuevo puesto llega, con prisas cuando el retraso apremia. Hay un año que comienza, los días más largos, un sol radiante, mucha nieve, tirurillos místicos y caprichosos que a veces hasta parece que quieren transformarse en lo que no son,

un dedal que primero sí y luego no encuentra su dedo, garzas del recuerdo

Caras queridas, conversaciones. Organizar, ordenar, comprobar que mis huesos todavía no son demasiado viejos y pueden sanar de sus heridas. Enseñar, escuchar música, niños con ilusiones. Amigos, tener el sueño absolutamente trastocado y despertar antes que el gallo y querer ir a dormir poco después de la puesta de sol. (¿Dónde el momento en calma para sentarse a leer?) También, mucho gusto al escuchar a quienes han seguido virtualmente mi viaje a España, a Egipto, agradecer sus comentarios; estar cerca

domingo, noviembre 19, 2006

Sabores mexicanos

Ya desde ayer la casa se llena de olores peculiares, olores que casi hasta le pertenecen a la estación del año. Son olores "mexicanos", ricos, exquisitos y casi extravagantes, diferentes a todo -como mucho de la comida mexicana que hereda las tradiciones indígenas y las multiplica y fortalece con lo importado, pero siempre particular y sui géneris-. Huele a canela, a naranja hervida, a calabaza. Naranja agria, achiote, piloncillo, clavo, dulce, hojas de plátano. Estamos preparando calabaza en tacha. Ya hace tres semanas la niña Ilana me regaló una calabacita que recogió de su huerta. Esa calabaza, que hasta tenía ojos y nariz por coincidencia y capricho, ahora está en una olla, partida y cortada, cocida con piloncillo (azucar sin refinar), canela, cáscara de naranjas y guayabas. (En la biblioteca cibernética se pueden encontrar recetas para la calabaza en tacha como esta (en español) o esta (en inglés)).

Calabaza en tacha empezando a cocerser

El menú para la cena de hoy es sencillo: tacos de cochinita pibil servidos con arroz y frijoles, calabaza en tacha de postre, guacamole y queso fresco de entrada. No mucho más. Simple. Comida de rancho, como dirían en la Tierra Caliente de Guerrero. Ninguna ocasión especial para la celebración. O la más especial. Es solo que necesitamos estar con los amigos, compartir una comida especial juntos. Es solo que Pancho es un excelente cocinero y la comida yucateca que prepara, exquisita. Llevábamos ya tiempo con ganas de volver a probar no solo la cochinita pibil sino la que él prepara. Después de que el tema haya surgido en varias ocasiones entre varios amigos, la petición se ha convertido en legítima, casi necesaria: oficialmente decidimos nombrar a Francisco López, alias Pancho, chef del día y chef del año si preparaba ese platillo especial. Típico de Yucatán, pib significa hoyo en maya: es el hoyo que se hace en la tierra para hornear carnes, pescados u otros alimentos elegidos.
No preparamos una cochinita entera sino una pierna de 15 libras (unos 7 kilos). (Aquí hay una receta para la cochinita pibil en español y aquí en inglés). Anoche comenzamos el proceso de preparación. Alberto y Kathleen quisieron estar desde el principio. Genial. Aquí aparecen algunas fotos de este delicioso platillo preparado por manos de puertoriqueños y de ciudadanos de un mundo sin fronteras físicas

Cochinita lista para que envolverla en el adobo del achiote y las naranjas amargas
Alberto y Kathleen empezando a poner el achiote y cortando las cebollas para macerarlas en vinagre y luego servirlas sobre la carne
Lista para dormir y ser metida en el horno por la mañana
Cocinero jefe acabando de preparar la cebollas
Lo que hace especial al platillo es también el sabor que le da la hoja de plátano que envuelve a la carne mientras se está en el pib artificial. Después de tres horas de horno, ese es el momento para rociarla con zumo de naranja y hornearla destapada para que la corteza (el cuerito) se tueste


Por ahora, esto. Luego vendrán los tacos en tortillas de maíz, la carne sin estar seca y rociada con un poco de los jugos que ha soltado la carne al hacerse (muy sano).
Toda la casa huele ahora a la pobre cochinita sacrificada para nuestro propio deleite. Somos vegetarianos pero comemos carne.
* * *
Seis o siete horas más tarde retomo el comentario. Quiero subir las últimas fotos para contemplar el proceso de la pobre cochinita en toda su extensión

Recién sacada del horno
Empezando a ser desmenuzada Lista para los tacos Los tacos de cochinita pibil con su cebolla por encima, arroz y frijoles
Por indiscutible unanimidad, Pancho obtuvo el título de mejor chef del día y del año, y subió el listón de la hermana república de Yucatán mucho más alto. No digamos el listón de la comida mexicana en general.
Hemos disfrutado mucho. Buena comida y compañía inmejorable. Hasta la siguiente.

lunes, noviembre 06, 2006

Ese mar

Salimos a la luz de la mañana y encontramos ese mar de oleaje bravo, el sol entrando por el fuerte de San Cristóbal y, al otro lado, la luna deslizándose por el Morro.

No vimos esos amaneceres cada día. La necesidad de dormir una rato más era imperiosa (especialmente cuando en la isla amanece a esa hora de las seis de la madrugada).

Debemos decir adiós a ese mar, a los días de calor, a la humedad, a la comida llena de sabores intensos de los que no te cansas (los asopados de pollo, de camarón, al mofongo, las mallorcas tostadas con mantequilla, la fruta fresca, el chillo, el churrasco, los tostones, el ceviche de dorado, el arroz con habichuelas acompañando un bacalao a la criolla, el chillo, el inconfundible café con sabor a crema...); adiós a la calidez de las personas, el buen humor, la simpatía, el cariño de los amigos, al encuentro con esas nuevas personas a las que hemos conocido y que se nos han quedado muy adentro; hasta luego al coquí nocturno, las calles estrechas del queridísimo Viejo San Juan, las otras calles y carreteras repletas de coches, el orden desordenado de esa geografía urbanística que probablemente tiene una razón de ser; adiós al verde rico y exhuberante, el flamboyán florecido, los naranjos ofreciendo su dulzor, las palomas en las plazas; las autopistas desgastadas, los pueblos y ciudades sin carteles que indiquen que el municipio empieza o termina; adiós a las banderas que quieren un Puerto Rico libre


Debemos decir adiós a unos conciertos que nos han llenado de energía, un público que nos ha enamorado con su cercanía y su vibrante presencia. El viernes, en Caguas, fue un deleite: nuestro último concierto, entregarse del todo, cuidar los detalles, revivir en una interpretación que nace en el momento, un momento que sin duda sabes que encuentras y que te encuentra. Aquí estamos, riendo y reconciliando fuerzas antes de entrar en el teatro

El viaje ha sido magnífico.

Y el mar de esta mañana sigue soñando plenitud

miércoles, septiembre 20, 2006

Ecos del sonar

Apenas si estoy comenzando este viaje a través de recuerdos para poder compartir algo de mis días, músicas tal vez, viajes si acaso, cotidianeidades... Pienso en los amigos que están lejos, en las hermanas que están al otro lado del océano, en los otros hermanos un poco más al sur. Pienso en los personajes invisibles que somos para los otros cuando aún no nos conocemos. Este eco puede ser una vivencia a compartir, a vivir de diferentes maneras. Y tal vez esa vivencia sea coincidencia con la de alguien. Tal vez esa coincidencia entregue un trazo más y haga más ancha la memoria de la vida, la gran dueña y maga encantadora.