martes, julio 03, 2007

De Fonseca al Campo de San Francisco, entre paréntesis

Sigo en mis trece, queriendo mirar a esta ciudad como si mis pasos no la hubieran pisado nunca. Y sigo sin poder hacerlo, ya lo decía el otro día. Igual, ando con la cámara de fotos a cuestas por diferentes razones. Y con ella de la mano y haciendo fotos de paso, la gente me mira y me saluda de diferentes formas. Me he acostumbrado a que si alguien me mira fíjamente, devuelvo la mirada y saludo. Con eso, el desconocido te regala un saludo y sonríe.

Al mediodía -el de las 2:15 de la tarde- camino desde la explanada del Palacio de Fonseca (antes seminario para clérigos irlandeses y hoy convertido en colegio mayor) hasta el Campo de San Francisco, un pequeño parque que desemboca en las Úrsulas. A esas horas, con el sol fuerte, me sorprende que el dorado de la piedra se vea tan nítido y penetrante,

pero no tardo en recordar que suele ser por las tardes cuando un dorado más apagado sostiene la madurez e intimidad que lo llena de otro tipo de intensidad.

La gente que va caminando deprisa pasa y me ignora, lo normal; como yo, van a lo suyo, algo de exámenes escucho, algo de "deberías haber hecho" o "para la siguiente vez". Quienes parecen llevar menos prisa y más tiempo en sus andares (tal vez sea solamente que caminan más despacio) me miran con extrañeza (no sé si son mis gafas o mis sandalias rojas, tal vez la cámara de fotos que, por otra parte, no es tan llamativa). Tal vez sea solamente que me paro a hacer fotos. No es zona de mucho turista, ni hora, ni fecha aún, pero con los turistas nunca se sabe.
Alguien "de color" (eso me hace mucha gracia porque en Madison, cuando estaba en la universidad, alguna correspondencia me llegaba con el título de student of color -¿será porque soy hispana como denominan a todos los nacidos en España o en cualquier país de Latinoamérica?-)... Sí, alguien de color a quien miro y saludo, me dice "hola" y seguidamente añade "bien, bien" respondiendo como si yo le hubiera dicho un "qué tal" (me gusta ese decir fácil que tienen los caribeños, ese desenfado que tan bien nos viene a los del interior para aprender a aminorar distancias). Él también lleva cámara de fotos y camina contemplativo y pausado. ¿Será turista? ¿Es por eso por lo que saluda?
Por aquí sube

Y es desde ahí desde donde me saluda antes o después de encontrarme con las cúpulas de La Clerecía a lo lejos

Poco antes, al otro lado de San Blas,

acababa de ver la torre de la Catedral Vieja

y acababa de pasar por la calle empedrada desde donde se puede ver la catedral acompañada de tejados de edificios remozados en lo que antes era el barrio chino


Me pregunto si todavía quedará viviendo en la zona alguno de los gitanos que antes ahí vivía, si les dieron una nueva casa a cambio de la antigua o si les ofrecieron un traslado "voluntario" a otro lugar. ¿Cómo habrá sido ese cambio para ellos? (Salamanca, capital europea 2002; Barcelona, hay que "sanear" la imagen de Las Ramblas porque llegan las olimpiadas. La misma historia de siempre con los grupos marginales. Sólo caben los que encajan, los que aprender a caber).

En realidad, esta entrada no quería hablar ni de calles ni de piedras doradas sino de simetrías porque en eso pensé al ver estos balcones

y hacer la conexión con las simetrías que ayer mencionaba en el atardecer urbano

Las dos son del Palacio de Fonseca. Y desde allí hasta el Campo de San Francisco... todo eso.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Dan ganas de poner por orden cronológico las entradas salmantinas y componer con ellas un itinerario al que encomendarse cuando se vuelva a la capital charra. Una de las últimas veces que pase por ahí -y lo hago a menudo, mi mujer es de Béjar-, tuve la ocasión de subir a los tejados de la catedral. No se si sigue siendo posible. De ser así, lo recomiendo vivamente.
Procuraré, así mismo, recorrer cuanto pueda de ese otro laberinto de lugares y palabras que es su blog, al que recién he llegado gracias a sus visitas al mío.
Un abrazo.

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Cómo se nota, en tus palabras y en tus imágenes, la emoción del regreso.
Y cómo apetece visitar de nuevo esa ciudad amarilla.
Por cierto, curiosísimo lo de del "color". ¿Qué color tenemos los hispanos?

Anónimo dijo...

Como te lo curras chica! Es un lujo para nosotros que nos pongas en preciosa foto lo que vas viendo. Creo que has inventado una nueva forma de hacer entradas, no lo había visto en ningún blog hasta ahora. Más felicitaciones pues!

Bicos!

Raquel dijo...

dr, todavía se puede subir a la torre de la catedral. Sí, hay que ver cúpulas y más torres y tejados desde allí. Hermoso.


javier, no sé muy bien qué color tenemos los hispanos. Ya sólo en España la variedad es interminable así que, imagínate en Latinoamérica...

wilde, gracias. Me gusta tu gusto.

Anónimo dijo...

Por cierto, me encanta el Ocaso en verano. es muy especial.

Luis López dijo...

Queda añadida como enlace tu página a mis favoritos.
Gracias por tus visitas.

Raquel dijo...

Wilde, sí, los de verano son realmente especiales, después de los días largos, cuando la tierra empieza a sentirse un poco más templada y los colores del cielo aún sostienen toda la calidez del mundo.

Asfoso, bienvenido y gracias a ti también.