Hubo un mundo en el que no existían las conexiones inalábricas (bueno...existían pero solo telepáticamente o de forma muy incipiente), ni la posibilidad de comunicarse por internet, mensajes electrónicos... Cómo la red ha revolucionado el mundo, la comunicación, cómo ha acelerado el ya rapidísimo proceso de la globalización. Nos hemos embarcardo en el viaje. Algunos lo hemos hecho con gusto. Otros aun se resisten. Pero reconozcámoslo, es impagable esta posibilidad de estar conectados de esta forma, especialmente cuando no se tiene cerca a todos los amigos que quisieras a tu lado tener, o a toda la familia que quieres achuchar a cada rato, o a quienes no conoces pero que de vez en cuando llaman a tu puerta y comparten sus llanuras y laberintos. Y como todo, en el uso inteligente está el secreto. Por eso, cuando de vez en cuando te llega una imagen como esta, te sigues enamorando de la técnica y los nuevos sistemas de comunicación pero te asombras porque el corazón sigue latiendo con intensidad queriendo vivir ese paseo en vivo, esa luz en vivo, con ese alguien, muy cerca, compartirlo, plenamente, en una realidad real y no virtual. (La soledad de la pantalla no puede sustituir ese caminar, abrazar, vivir, susurrar, degustar. Pero te acerca, te lo entrega de forma diferente. Otra forma).
Y cuando llega algo así, sé que has pensado en mí, antes y ahora, y me dejo llevar por tí. Y si me envías un puente,
vivo ese momento contigo y también te digo que dentro de nada seré yo quien lo camine y que desde allí, otra imagen enviaremos a lo lejos para que otros puedan venir, ser puente, antes y después, siempre de un lado a otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario