domingo, noviembre 26, 2006

Aquí, y en Tierra Caliente y Ciudad de México antes de mi tierra charra y serrana

Un poquito más hasta volver a casa, a Salamanca, a Lagunilla. Tres semanas de final de trimestre, una última entrega de energía. Celebraremos el solsticio de invierno y con gusto, seremos testigos de esos días que poco a poco se irán haciendo más largos. Paseos, caminatas, olor a montaña, humo de chimenea. Y vosotros.
Por ahora, ese recogimiento que trae el frío, las noches silenciosas. Por ahora, preparar un viaje más, de fin de semana, a la Ciudad de México y a Tierra Caliente. Fue hace un año cuando estuve allí por última vez, en septiembre, en el congreso de música tradicional mexicana. Fue un viaje breve, de días contados para estar en el congreso, presentar un trabajo, ir a Tierra Caliente a ver a don Juan Reynoso -el violinista con quien estuve haciendo mi trabajo de campo en el 2003 y con quien aprendí a tocar sones y gustos calentanos-, llevarle una copia de mi tesis sobre la música calentana y, más que nada, estar con él un rato y tocar para él.

Don Juan Reynoso Portillo

Viaje también de pasar la mayor cantidad de tiempo posible con la familia López Méndez, de los últimos días compartidos con Rubén -sin saber eso en aquel momento- y de compartir también con nuestro gran amigo Ernesto Anaya, una persona especial, talentosísimo músico de insuperable versatilidad.
Anticipando ahora la visita a Mariquita, que ahora está sola, y a don Juan, que ya tiene 94 años. Anticipando, claro, el festival cuyo anuncio así reza:
Sean, por este medio, convidados al 4º Festival Cultural de la Tierra Caliente Caliente, que se realizará del 1 al 3 de diciembre en Churumuco, Zicuirán y Arteaga, justo donde se juntan el Balsas y el Tepalcatepec, en las presas construidas por el general Cárdenas.

Se trata de un fandango con músicos y bailadores tradicionales de la
región, que va de Guerrero a Jalisco y Colima.

En esta ocasión está dedicado a un par de excelentes violinistas, don
Leandro Corona de 99 años y el Huache don José Jiménez de solo 87. Ambos formaron parte del legendario conjunto de arpa grande de Zicuirán, y preservan una tradición añeja, difícil y hermosa, para mi gusto, la que tiene más expresividad en el son tradicional de México; ya sé que parecerá jalada chovinista por ser un cocho "puro Michoacán", pero no, si tienen oportunidad de conseguir el disco del conjunto que grabó Corason (del cual no le llegan regalías a los músicos) se darán cuenta que no es cosa mía.

Esta región tuvo una fuerte herencia del Sahel, muchos mandingas y de
otras naciones se amalgamaron con los nahuas y p'urhèpecha creando a los cochos de pu'allá, claro que con sus gitanos y andaluces.

El arpa grande de 36 cuerdas fue el símil que encontraron de su Kora
africana, un arpa hecha con un calabazo de gran dimensión y 22 cuerdas, la cual en Africa siempre se percute por un aprendiz, y que en la región lleva un fuerte tamboreo, que según dicen los entendidos, es de origen bantú; que ademàs se contrapuntea con un zapateo complejo que ya quisieran los maestros de folclor.

Esa música fuertemente percusiva, pero con ritmos cruzados, se acompaña
con un canto altísimo, meslimas y ayyeos a veces en tres voces distintos que hacen a la música los "aullidos" que los europeos achacan a la música de los africanos y sus descendientes. Además de esas ventajas, pues encontrarán reunidos a más de 10 grupos de música tradicional con sus bailadores en un solo lugar, habrá talleres, que en realidad son presentaciones para que conozcan a los músicos, y luego todo es baile y tocar, los que sepan, versar los menos, chupar mezcalito de Zihuaquio y ver los que no sabemos hacer nada; pero eso sí, diversión, satisfacción y entendimiento garantizado, o les devolvemos sus piquetes de
mosco.
(Jorge Amos Martínez, uno de los organizadores del festival.)

¡A que dan ganas de ir! ¿Quién se anima?

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