lunes, noviembre 13, 2006

Aprender

Difícil aprender a tocar un instrumento, aprender a tocar violín, ser paciente con ese proceso lento de un aprendizaje que involucra aspectos fundamentales del ser humano: intelectualidad, afectividad, motricidad. Cada persona aprende de una forma diferente. Somos cerebrales, intuitivos, naturales, ajenos, cercanos, artificiales. Cuánto lo sentimos nuestro, cuánto lo hacemos nuestro, cuánto lo sentimos impuesto. Cuánto lo deseamos, lo inventamos, lo creamos. Las tendencias personales se revelan rápidamente y las individualidades aparecen de inmediato para convertir ese aprendizaje en algo muy personal, para insinuar al músico completo y creativo. Asombra pensar cómo el rompecabezas se va componiendo: aprender a escuchar, a vivir el ritmo, a sentir el sonido, a imaginar la interpretación, a expresar una música que hacemos nuestra a través de nuestra propia expresión. Cada logro conlleva mucho trabajo y mucha paciencia. Aprender a colocar un dedo, otro, a mover el arco, a controlar movimientos verticales, horizontales, a sentir el espacio.
¿Cómo vivir la afectividad de la música cuando hay mil cosas que cuidar técnicamente?. Da tiempo. Ocuparse de varias cosas a la vez es algo que también se aprende, se trabaja, o viene de forma natural: lees música, la imaginas, la sientes, tus músculos recuerdan determinados movimientos, la mente se acostumbra a pensar de cierta forma para poder controlar las tecnicalidades y los contratiempos si es que llegan, e incluso queda espacio para controlar la emotividad…¿O es el impulso afectivo el que maneja esa emoción y esa expresión que en última instancia es lo que nos enamora cuando escuchamos a alguien tocar con el sonido que más nos llega?
Y enseñar-aprender es un proceso que va más allá de lo puramente técnico, afectivo, intelectual. Quienes y cómo somos están presente en cada momento. Cómo vivimos el proceso de aprendizaje también. Y el mejor regalo... que la persona sea vibrante y creativa.

Nora Cahill

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