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Y aquí me tienes, apegada a ti, irresistible y solitaria, buceando entre los orificios de tu cuerpo, asomando entre sueños que se deslizan para llamarme y entre los que me voy encontrando para nombrarte, nombrar al otro, para quererte en silencio, como casi siempre, porque al fin y al cabo somos a solas lo que somos y la vertiente humedecida del otro no ahonda sino una pequeñísima parte de lo que en esencia se desliza por nuestras venas y nos nombra intimidad, incipiente verdad cambiante, cumbre a veces, solitario festín de soledades que llegan a ser presencias. Semkita, ¿quienes somos?. Ahora recuerdo, maga, ahora el tono de hace tiempo, pero también de hace poco porque me ayudas a ser presente a través de tu memoria.
Aquí me tienes, con la luna creciente y los puntos cardinales asomados al revés, entrometidos en la vertiginosa sospecha de la espiral interminable. También aquí, acunada al despertar, mecida por tu abrazo que no protege distancias sino que las abandona para acercarse hasta aquí y llevarme a tu lado, fiel hermana, siempre velando la ruta interior de nuestros corazones y nuestros días. También aquí, sospechando tu intensidad, asomando al vínculo inviolable de la sabiduría del querer.
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