Una vez más los contrastes, la pobreza y la riqueza, el lujo y la miseria. Esto es parte de lo que conocemos
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Pero Cairo se me antoja una ciudad recorrida por una doble vida, la que se vende al que llega de fuera, y la que realmente se vive. Al verla, el subdesarrollo de algunas partes de México hasta parece ser un poco más liviano. Sólo hay que echar una mirada a la calle, al camino, a los vendedores en la calles, las calles de la ciudad, la basura acumulada en veredas, en los cauces menores del Nilo
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El Egipto que se vende es el del turista, el tour, las ruinas, el museo, las tiendas marcadas para ir a comprar. El que no se vende es el del ruido en las calles, las aglomeraciones humanas, los autobuses viejos y repletos de gente, los burros que arrastran cargas y que son medio de transporte, los perros en los basureros que asoman ahí donde hay un descampado sin edificar, la contaminación, la basura, la pobreza.
Cairo, mezcla, lo antiguo y lo nuevo conviviendo a cada trecho del camino,
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minaretes por todas partes, iglesias coptas, gente de túnica y velo, y su teléfono móvil.
Aún con los ojos muy abiertos. El turista en las pirámides. El pobre en muchos otros lugares. Y alrededor del turismo, los que piden, los que ofrecen trabajo, los que manejan perfectamente los hilos de una red de conexiones a la que no tenemos acceso. Tú pagas, ellos consiguen. El regateo está a la orden del día, las propinas, esperadas.
Pero hay cosas que no cambian. La expresión de los niños, sigue siendo una
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