Llegué a Madison por primera vez el 16 de enero de 1989. Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Hoy vuelvo a hacer esa ruta de viaje, el último trayecto en autobús de Chicago a Madison. Hace menos frío que entonces, o tal vez he aprendido a acostubrarme (-13º dice el termómetro). También hoy hay nieve, que ya no me llama tanto la atención como entonces. Hoy conozco la casa a la que llego.
Por muchos viajes y muchas llegadas, ahora, como entonces, cuesta dejar lo que en la otra parte del océano vives y has vivido. Aunque ahora, un buen amigo te recibe y su sonrisa y su corazón grande te dan la bienvenida. Es el pasaporte de entrada. Y comienzas a compartir los recuerdos de este mes de viajes y vivencias repletas. Mañana, recoger el pulso de los días.
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