Termino un libro y vuelvo al principio para leer de nuevo su comienzo. Encuentro el inicio de la espiral que abre la historia, la intención de esas primeras líneas que a veces se asoma oscura, casi oculta. Al final, el inicio se convierte en imán que atrae la barca, la contiene, la abraza en su totalidad. El principio enlaza el final, abre y cierra la espiral. Sutil e inteligente.
"Anoche la serpiente vino a mí.
Me sorprendió, aunque hoy en día casi nada me sorprende.
Era más hermosa de lo que yo recordaba. Sus escamas verdes relucían como la lluvia en los plataneros del jardín que cuidábamos detrás de las cuevas de los sueños. Tal vez, a medida que me hago mayor, comienzo a percibir la belleza donde antes nunca la hubiera buscado.
-Ha pasado mucho tiempo, amiga -le dije-, pero ya no te culpo.
Para demostrarme que ella tampoco me guardaba rencor, abrió mucho los ojos. Destellaron como la esquirla de un espejo al sol.
La última vez que se me había aparecido yo atravesaba un momento de grandes cambios, una época llena de posibilidades, en un principio, y luego de oscuridad. Desde entonces ella no había vuelto, aunque yo la había llamado a gritos hasta quedarme sin voz.
¿Por qué se presentaba ahora, cuando yo por fin había aceptado mis quebrantos y los tratos que había cerrado, cuando por fin había abierto los puños para dejar escapar todas las cosas que tanto anhelaba?
Su cuerpo irradiaba luz, una luz clara e intesa con tonos violáceos, como los de los cipreses que bordean el Pacífico al caer la tarde. La observé durante un rato y supe que había venido a anunciar otro cambio.
Pero ¿qué cambio? Y ¿para quién?"
(Chitra Banerjee Divakaruni, comienzo de su libro "La reina de los sueños")
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