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Ya vemos la desembocadura del Tajo desde el avión, el mar Atlántico. Después de dejar las cosas en el hotel salimos a la calle, a esta ciudad viva que pasea cuestas, que vive plazas, que vive gente amable y habla una lengua dulce y hermosísima, que vive sonrisas. Recorremos calles grandes, avenidas o plazas que a ratos nos recuerdan a las de Madrid,
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pero cuando llegas a otras plazas y a otras calles y cuestas, sabes que Lisboa es esa ciudad junto al mar, en la desembocadura del río, abierta a la marea, en la suave compañía de la humedad,
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otro aire, otra amabilidad. Ciudad de callejuelas, de subidas y bajadas
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Te sientes bien, acogida.
La comida se ve apetitosa, sientes cómo la gente la disfruta y se sienta en las terrazas de cafés, tascas y cervecerías para el almuerzo o para la cena. Como en otras culturas del sur de Europa, la gente le dedica tiempo a su comida, al placer de disfrutarla en compañía. Hoy estamos a la espectativa, es el comienzo, todo se nos antoja y probamos alguna empanada, algún que otro dulce, tomamos café, nos paramos a ver cartas y menús de los restaurantes por donde pasamos. (Luego, en otro momento, subo alguna foto de esas delicias culinarias).
Colores y formas nuevas, casas en lo alto, casas de ventanales, de formas caprichosas, funiculares recorriendo la ciudad,
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una ciudad vieja y moderna, remozada, revestida de encanto, carismática y entrañable,
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recorrida también por los hilos de sus tranvías,
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alumbrada por farolas insustituibles
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Nos dejamos llevar. Montamos en un ferry que nos lleva al suroeste de la ciudad y vemos la otra imagen de la Lisboa que desde afuera se alcanza
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El día se nos escapa como en un suspiro. Volvemos al hotel a la hora en que mi familia tiene prevista la llegada. El encuentro es un abrazo que te empapa, completo. Estamos casi todos y es muy emocionante encontrarse aquí.
Salimos a cenar, la primera de muchas comidas exquisitas en la que degustamos lo rico y lo fresco de la comida portuguesa. Tenemos suerte, con nosotros está un gran amigo de la familia, una persona maravillosa que conoce Lisboa y Portugal como la palma de su mano (trabaja en cosas de turismo), alguien que nos guiará por los rincones de la ciudad y que nos llevará, entre otros sitios, a sus restaurantes favoritos. ¿Qué más se puede pedir?
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