domingo, abril 08, 2007

En esa carretera, el castaño

Ahora que la nacional 630 está arreglada, el camino de Salamanca a Cáceres (y de ahí más al sur) se hace más fácil, corto y cómodo. Mientras terminan la autovía de Salamanca a Béjar, ese trayecto se recorre en unos 40 o 45 minutos (sí, aproximadamente y dependiendo de la velocidad a la que se vaya o que te dejen ir). Desde Béjar al pueblo de Lagunilla son 25 minutos. La parte rápida de ese recorrido se hace en 5 minutos, la que corresponde a la carretera nacional. La otra parte, la que va desde la salida en la antigua estación de tren de Puerto de Béjar a Lagunilla, pasando por Peñacaballera y El Cerro, se hace en el tiempo restante. Derroteros del destino quisieron que sólo se asfaltara la carretera desde la salida de la nacional hasta la desviación para el pueblo de Montemayor, cerca de Peñacaballera. La otra parte del camino es un tramo reservado para entendidos y expertos conductores nada temerosos de estrecheces y curvas desafiantes e inesperadas. Al mismo tiempo, esa carretera sigue teniendo el encanto insustituíble de lo rural, lo menos "modernizado", lo que se ha mantenido así por mucho tiempo, las paredes de cantos y piedras para las lindes,

el huerto que desde siempre hemos conocido y que innumerables veces hemos mirado y jugado con él en nuestras historias,

el árbol de esa curva, el puente pequeño, esos otros recovecos donde es mejor no cruzarse con nadie, las montañas de la sierra desde ese punto, Puerto de Béjar desde ese otro,

El Cerro después, las laderas de los campos de La Maside en partes de Extremadura ya,

Lagunilla al final del recorrido, atardeceres maravillosos desde La Torreta y Peñas Blancas,

otras luces de atardecer

y esas otras de amaneceres de inmensidad

Las estaciones del año la viven también, el verde lascivo de la primavera, los robles alborotados en su savia, el pasto, las ramas verdes, el brezo trepidando. La soledad de los marrones en los otoños, las hojas caídas. La desnudez del invierno, sus heladas. Los veranos recogiendo el abrazo de la frondosidad para proteger la humedad del suelo que les da vida.

Ahora, en esta primavera, no he podido ir a hacer ese recorrido, la carretera, los robles, los castaños. Pero hoy me mandan un trozo de él

Orgulloso está este castaño milenario al que han vestido con letrero de importancia, nombre y medidas ajustadas: por su antiguedad, dimensiones y longevidad se ha ganado un puesto en los anales de la historia

Ya era hora.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ver un árbol como este me emociona. Tendré que acercarme algún día.

Raquel dijo...

Ojalá!