martes, mayo 08, 2007

The brain is the key

Mi último estudiante de hoy es un niño de 8 años cuya capacidad de concentración y su deseo de aprender me asombran. Le oigo tocar y siento su pasión, el gusto por el reto, su honestidad, la naturalidad con la que acepta sus errores, la sencillez con la que recibe el elogio que se merece. Él decide su reto y lo vive con alegría, aprende con alegría.

There is a state in which musicians, artists, writers, doctors, philosophers, scientists, inventors, and athletes sometimes find themselves in which they move through their tasks with an assurance and presence, a sensitivity and precision, beyond normalcy. Something changes dramatically when a young musician or a great artist moves into this highly creative space; the focus shifts from questions of identity and performance into a fluid awareness which seems able to tap effortlessly into the highest levels of artistry. The brain is the key to this state of peak performace, in music and in life. (Barry Green, "The Mastery of Music: Ten Paths to True Artistry")

4 comentarios:

Javier Menéndez Llamazares dijo...

Quien pudiera entrar en ese espacio "altamente" creativo, aunque fuera a rastras. El cerebro es la clave, sí, aunque también le decimos "talento", ¿no? Ese don de hacer piruetas con naturalidad, como otros nos abrochamos la camisa o cortamos el pan.
Benditos artistas, que a los ocho años ya saben lo que piden a la vida.

Raquel dijo...

Probablemente tú hayas vivido esa "zona" en la que cuando estás escribiendo, tu mente se pierde en el escribir en sí -contenido y hasta forma a veces- y es como si la mano te llevara y lo que va surgiendo se fuera escribiendo por sí solo. Con la música pasa igual, te sumerges y dejas que la música en sí te mueva, el sonido y todo lo que pasa en esa intemporalidad es lo que te lleva.

Anónimo dijo...

He vivido ese estado de comunión con lo que haces, y poco hay que se le pueda comparar en la vida, si no es el amor por tus seres queridos, que desde luego juzgo y siento como más importante. En mi caso lo he vivido resolviendo problemas de matemáticas y haciendo pequeños programas informáticos (soy profesor de matemáticas de secundaria), y la verdad es que ese estado de inmersión en el problema que pone en una placentera alerta todos tus sentidos, ese sentimiento de confianza en ti mismo pues sabes que aunque tardes algunas horas acabarás solucionando el problema, y esa sensación de haber hecho algo bello cuando has plasmado la solución sobre el papel, hacen que uno disfrute mucho de sí mismo a través de lo que hace. Estoy seguro de que es exactamente lo mismo que lo que siente un músico, aunque nunca haya tocado ningún instrumento (algún día quizás me lance con la guitarra española).Hace mucho tiempo que no siento algo así: la edad está oxidando mis neuronas. Mihaly Csikszentmihalyi denomina ese estado "flow". Un peligro puede amenazar ese fluir tan placentero y productivo: el fijarse demasidado en los resultados que uno espera obtener; esto puede arruinarlo todo. Un pequeño cuento zen lo ejemplifica muy bien: "Cuando el arquero disfruta disparando su arco todo en él es perfecto, todas sus capacidades están con él. Cuando se plantea alcanzar la medalla de bronce su virtuosismo comienza a menguar. Cuando se plantea alcanzar la medalla de plata su capacidad ya se ha reducido a la mitad. Cuando decide que debe alcanzar la medalla de oro comienza a fallar demasiado, quizás sin saber por qué. La obsesión por los resultados nos divide".

Raquel dijo...

Sí. Perfecto. Eso es.
A la hora de tocar, entrar en ese "flow" y perderse en él es lo que realmente te transporta.
Me resulta curioso que toques el tema de cómo el fijarse en los resultados rompe ese flujo y ese viaje interior. Trabajo eso con mis alumnos, especialmanete cuando se acercan los recitales o audiciones y la ansiedad empieza a no dejar espacio a los errores, a la imaginación. Es difícil pero al menos, si somos conscientes de que eso es lo que queremos, podemos seguir buscándolo.