Llego a Madison enamorada de ese corto viaje a través del océano, con todas las sensaciones a flor de piel, los colores y la luz clara aún en la retina. Llego cargada de una Lisboa que se hace cercana y amiga, de un recorrido por un rincón de tierra portuguesa que se te queda en el corazón no sólo porque esa tierra es hermosa y única sino porque además, la hemos recorrido juntos, de la mano, todos, en familia y con amigos de allí y de acá.
Regreso a un Madison reverdecido y lleno, su verde vibrante, radiante su luna en la noche. Juguetón como es el tiempo, se siente que he estado lejos muchos días. En realidad, no ha sido tanto. Pero sí un mundo, una felicidad, un gozo enorme.
En los próximos días iré rellenando los huecos que cada uno de esos días ha dejado en mi blog para irse contando. Hoy no me queda más energía para gastar. A veces la subida es empinada, pero merece la pena el camino
2 comentarios:
He viajado poco, pero hace diez años estuve en Lisboa. Recuerdo su sabor a viejo,sus acogedoras plazas,los artistas en la calles de la Baixa, ese cielo tan cambiante, aquel pequeño restaurante perdido casi en la otra orilla de la desembocadura del río Tajo... Todo ello toma posesión de tu alma y te transporta.Y si hablamos de la música portuguesa: me traje dos CD's de Dulce Pontes, y años más tarde vi actuar a Mísia en París, cantando erguida y quieta, con los ojos mirando hacia arriba, con una voz arrebatadora. Al contrario que tú, estuve sólo en aquella visita a Lisboa, pero algún día me gustaría repetirlo con mi esposa y mi hija.
Rafa.
Torre del Mar (España)
Sí, es verdad, Lisboa se te adentra y la recuerdas con muchísimo cariño. Sólo escuchamos fados una noche pero justo hoy estaba pensando sería bonito aprender a tocar la guitarra portuguesa, acompañar a los fadistas y vivir toda esa emoción de cerca. Sí, vuelve a Lisboa con tu mujer y tu hija.
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