Una amiga me llama hoy para hacerme un encargo: quiere que componga una canción, una nana para el niño que su mejor amiga va a tener en agosto, para que la mamá se la cante, se la entregue, se la susurre. Nunca había pensando que algo así podría ser un regalo, ¿acaso no es especial? Se me llenó el corazón de gozo, no por mí y por el halago del encargo sino por la emoción al sentir el cariño de ellas dos, las amigas, esa relación única.
¿Cómo no entusiasamarse con estas sorpresas que los días te prestan? Verdes transparentes renaciendo en el abeto, su olor temprano, su nueva vida
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