Me pregunto muchas veces dónde duermen los pájaros. A ciertas horas del día, su vuelo es tan rápido y sus llamadas tan intensas que si no fuera por el sol y la luz tan encendida, podrías inventar cualquier historia de miedo
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Si miras para arriba, el cielo límpido y claro te regala sus siluetas, el febril viaje. Tal vez aniden
en las puntillas del palacio, en cualquier escondite entre gárgolas y personajes de caprichosas formas sostenidos sin indecisión ni zozobra
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Mientras camino, no dejo de sentir su presencia. Casi nadie dice o desdice las calles a esas horas del día (las escasas sombras no engañan)
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Miro a lo alto y pienso cómo será verlo todo desde arriba, a vista de pájaro, revoloteando bajo. Miro a lo alto, ahí donde los tejados insisten en hacerse notar y donde las brújulas deciden su norte,
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las veletas su identidad
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y los pájaros sus otros puntos cardinales, el lugar donde reposar y anidar, la sombra bajo el alero, o la nada. Sólo se oyen esas golondrinas valientes y veloces
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y ni siquiera las campanas se atreven a levantar su vuelo. Detenidas callan
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Es hora de otro vuelo... golondrinas tras un velo de vértigo. El espacio es suyo y su cielo, el más claro, pista de vuelo rasante e infinitos presagios.
2 comentarios:
Desde luego no es lo mismo pasear mirando al suelo o de frente que mirando al cielo. A mí las gárgolas siempre me han producido una atracción especial.
A ti no te hace falta volar, Raquel, tal como escribes se ve a la legua que tienes la capacidad de mirar desde las alturas.
Besitos.
Eres un cielazo
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