Sí, esas cosas que parece que siempre han estado ahí, esas montañas que delimitan como puntos cardinales,
paseos entre arboledas que conoces y que te dicen su edad y la tuya, árboles que ves crecer,
pasos sobre un mismo suelo en la vereda que sólo los años van desgastando y riegan de hoyos. Y sin embargo, nada es igual, ni el verde de las hojas ni el paseo, ni la mirada a lo lejos o el instante en que buscas tu río interior para comprender las edades de lo que crees que siempre ha estado ahí
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