Imparable mar, inmenso. Nunca igual, renace en cada ola, infatigable.
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Nunca igual, nunca contigo. Tal vez por eso no te cansas. Es imán. Talismán también. Te lleva. Te empapa su sonido, su fuerza. Y a pesar de su imponente presencia, te libera. Tal es su plenitud
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Ayer contemplamos esta playa a lo lejos. Hoy vivimos sus horas, su luz, su oleaje. Se agradece que no haya una multitud, sombrillas que desdibujen acuarelas naturales de nubes y cielo, poder caminar sin tener que sortear veredas, que las olas se multipliquen y rompan desprevenidas alargando sus orlas
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Sientes fecunda la brisa. No es niña. O si lo es, es intensa y decidida como sus rocas y su historia,
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el diálogo con su tierra en sus recesos,
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sus esculturas
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Nunca igual, nunca contigo. Imparable e inmenso. Incansable ese mar de claridades. Hermosísima mano que ofrece, reclama, busca, obliga, encuentra. Encuentro.
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Ese mar.
Ahí donde el río desemboca, la calma adormece mientras las luces engañan al día. Un susurro y un silencio sueñan un azul distinto. De noche ya, otro mar
5 comentarios:
Sólo hay algo comparable para mí a observar el mar, que es observar el fuego de una hoguera. Pero es que el mar encima es arquitecto, artista y esto le hace todavía más impresionante.
Preciosas fotos y precioso texto.
Qué hermosas imágenes; me parece que, al final, no vas a querer volver a Madison...
Ay qué delicia de fotografías.
Qué descubrimiento tu blog!
gracias
Es curioso, pero todos los que nos sentimos atraídos por el mar coincidimos en señalar que nunca es igual.
Y la playa para vosotros solos...
Y esa barca entre atanto azul...
Tawaki, ese bueno volver a ese mar cambiante y a esos días de playa vacía y barca entre azules. Ahora veo verdes cambiantes, amarillos, naranajs. Pero la presencia del mar siempre se mantiene, resuena en mi interior.
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