Despierto a un espacio en el que sólo se escucha el rumor de las hojas rompiendo el giro del aire. Más que aire, es brisa. Cerezos y robles lo avisan.
Desde la ventana, algún tejado y un campanario, caminos de tierra entre el monte bajo.
Espacios configurados por su sonido, su luz, sus olores. En cada lugar, una textura.
Desde otra ventana, un cielo límpido que adivina la pequeña ciudad que da nombre a sus montañas, Béjar, reina heredera de un pasado industrial que no pudo aguantar el empuje de otras más poderosas
Espacios y texturas palpables o impalpables, evidentes o escondidas.
4 comentarios:
Vistas así hacen que asomarse a la ventana sea todo un espectáculo.
Y es como perderse un poco en otra dimensión, recuperar fuerzas para seguir el viaje
un abrazo
Conozco bien el lugar. Esos cielos limpios, esa vegetación generosa, ese aire tan intenso, ese silencio lleno de ruidos menudos... Cómo me gustaría andar por ahí. Al menos me acerco a través de tus textos y de esas magníficas fotografías que tan bien los ilustran.
Aún anduve recorriendo esos parajes el verano pasado.
Un cordial saludo.
Después de que dejaras este comentario, volví a tu paisaje verde para ver el contraste y la belleza de cada lugar en toda su plenitud.
Me da mucho gusto poder acercarte un pedazo de estos lugares.
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