Comemos en Sagres y el pescado fresco es exquisito. No sólo las sardinas tan típicas servidas con patatas cocidas son excelentes y fresacas, también el robalo (lubina) y la dorada lo son.
La tarde nos encuentra en Lagos, con su largo paseo maritimo y un puerto considerable. Igual que la gente o los mercados le dan un sabor indiscutible y carismático a las ciudades, los puertos con sus barcas de pescadores acarician esa personalidad marcada y codifican una historia y un tiempo que a cada puerto y a cada lugar pertenecen.
Cuando la tarde se sienta a descansar un rato, retomamos la carretera de regreso a Vila Nova, pasando por Odemira. Ahora nos movemos más rápido que esta mañana (no parece que los arcenes vayan a estar terminados antes de que termine el verano).
Odemira se pasea con la mirada y se deja querer. La contemplamos a lo lejos en su paseo junto al río Mira
pero también caminamos sus calles
y nos entretenemos en alguna de sus plazas donde las sombras se buscan para la tertulia
o donde se pueden comprar dulces artesanales y otros manjares del lugar
Esquinas y rincones de blanco y azul no esconden su encanto, desde las más pulidas y restauradas
a las más abandonadas
El trazado de sus calles te distrae, sus callejuelas te pierden, subidas y bajadas,
terrazas desde donde recibir a esta ciudad que desde del siglo XIII con su río juega
Cómo no cerrar el hoy con un atardecer de cielos nublados y tormentas escondidas. Espero en esta luz
Antes de que por unos instantes, el sol descienda y rompa su dorado sobre agues y arenas, luz íntima y brutal a un tiempo
para después encontrar una calma impensable en ese espacio sin tiempo, ese espacio que es presente y presencia
2 comentarios:
Pues mira, gracias a tus fotos y a tus palabras es como si estuvera un poquito yo mismo de vacaciones, aunque sea desde la silla de mi oficina.
Disfruta.
Besitos.
Gracias Mariano. Me alegro poderte llevar estos sitios a tu oficina. Estoy disfrutando muchísimo.
Un abrazo
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